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María Malusardi: Trilogía de la tristeza

          Trilogía de la tristeza de María Malusardi, ¿se trata de escribir sobre la tristeza o de escribir tristemente?
          Trueque semántico que gira en torno al lugar del artista, del escritor. María Malusardi intercambia números, juegos de letras con Imre Kertész, Paul Celan, Franz Kafka, remite a fronteras permanentemente diferidas, dibuja una biografía como quien consultara una brújula en el desierto, sabiéndose, así, en peligro. De manera tal que al internarse en los cuerpos- textos arriesga su propia identidad. Desde la vida del desierto, anuncia: Naasé venishmá; haremos y escucharemos. Eso dice, eso les dice. Porque no existe un grado cero de la historia, como no existe un grado cero de la escritura. Toda lectura es un rodeo, una aproximación, un trabajo que cubre con palabras un vacío. Haremos y escucharemos, dice Malusardi al escribir, repitiendo el imperativo ético del pensamiento bíblico hebreo en plural, porque al inscribir su nombre en el libro nos incluye a nosotros, lectores. Entonces, la respuesta de un pueblo que antepone la acción frente a cualquier tipo de cuestionamiento, que acepta la reflexión como principio de actuación, un hacer sobre el mundo, configura en Trilogía de la tristeza una escritura que es escucha, escritura que deviene lectura, gramática de un doble escuchar.
          Abandonar la fila de los asesinos, ¿es un acto triste?
          La negatividad del mal, el estancamiento de la vida y del ser, su absurdo, eso que hace que el sufrimiento sea para nada. Apertura al auxilio de un Kertész, un Kafka y un Celan demandantes de la analgesia más imperiosa, más urgente en su clamor que toda demanda de consuelo o de aplazamiento de la muerte. La justificación del dolor es el origen de toda inmoralidad. La utilidad social del sufrimiento sólo es necesaria para las funciones pedagógicas del Poder.
          “Desnacido, no es hijo olvidado Imre sino inhalado, no podré gestarte fuera de ese humo, ese intento de vientre en la mirada allí nacerán los que de mí no han nacido Imre recibirá desaparición en el poema” escribe Malusardi. El lector pregunta, ¿recibirá desaparición, María? María, presentar el cuerpo del delito, ¿te pone triste?
Una balanza, un reloj de arena, una campana y un cuadro mágico con números. En el suelo, herramientas de carpintería y arquitectura, un tintero, una pluma y un poliedro de piedra. Un perro famélico duerme a los pies de una mujer. Su voz es dulce y velada, como si se dirigiera a ella misma y sin interlocutor concebible. Durero dibuja a la Melancolía, ese humor asociado a la tierra, al frío, al viento Boreal, al otoño. Sumida en una intensa actividad intelectual totalmente estéril. No continúa su trabajo, no por pereza, sino porque le parece que no tiene sentido.
          ¿Qué trabajos no has continuado, qué hijos no han nacido de vos, lector, qué imres, qué kafkas, insisten en morir en los campos de concentración del fondo de aquello que no decís, aquello que callás? Hay cuervos alrededor de tu soledad, lector.
          Durero realiza un manifiesto del artista atormentado. Melancolía no está paralizada por el sueño, sino por el pensamiento de lo que no ha sido, lo que no ha podido ser.
           Durero pinta a una mujer triste, María Malusardi escribe sobre tres hombres huérfanos. Escribirse madre de tres hombres huérfanos. ¿Quién es más huérfano que quién, lector? Al borde de la piel, en ese escondite encerrás tu deseo y tu odio contra el sonido de tu propia voz. ¿Desheredado de qué si no de madre estos hijos? La memoria de la intimidad del cuerpo, súbitamente presente con desgarradora exactitud, una intensidad sensual en el vínculo del parto, ese borde de la piel. Y sin embargo, aquí hay una madre que está marcada pero no marca, ni a Kertész, ni a Kafka, ni a Celan. Aquí la escritura es el elemento de reproducción. El cuerpo femenino con su sexo en forma de delta se convierte en tabla de escritura. Armada o desarmada, esta madre escritura no se viste de negro. Queda lo esencial: la madre no guarda a estos hijos, no los puede guardar, y los pierde. Y al perderlos también los pierde la ciudad, lo político que no puede domesticar el exceso de ella, porque no hay ningún exceso.
           ¿Cómo se puede abandonar la fila de los asesinados?
           María Malusardi escribe Auschwitz en Argentina, donde otras madres hacían ronda para dar nombre a sus hijos. “El poema ofrece una salida: la destrucción de los cuerpos del error”.
           ¿Lector, acaso vos sos el padre? ¿Viste acaso a la genitora dar a luz a estos niños huérfanos? Lector, después de todo, para perpetuar tu nombre tendrás que mirar a los ojos de María, verla escribir, o dar vueltas en la plaza con un pañuelo blanco, dominar el vértigo del pensamiento. Me gusta imaginarte, lector, reconociendo a tus hijos, la manera que los sacás de la fila de los asesinados.
          Ovidio ha sido el primer autor de la antigüedad que nos ha legado una autobiografía poética llamada Las tristes, el relato de un destierro, ¿era el poeta un peligro serio para la política del imperio? Si Kertész, Paul Celan o Kafka han sido peligrosos para el imperio, María Malusardi no se detiene a llorar el infortunio, dice, haremos y escucharemos. Entonces, lector, recorriendo los poemas de Malusardi te emborrachás un poco, tenés el gesto vivo. Hay en tu cara, en la expresión de tu mirada un contento. Ésa es tu bandera de lector, tu resistencia: leer, recordar, escuchar.
          El libro de María Malusardi está dividido en tres partes, un primer capítulo dedicado a Imre Kertész, el segundo a Paul Celan, y el tercero a Franz Kafka. Pero el libro no termina allí, hay un último poema lo que nunca se dice en el poema pesa más que la prosa del azar”.
          Lector, acuná este único poema triste, único y último. Invitá a María a volver a hacer y a escuchar, decíle que es la sed de tus oídos, que el término, la palabra, tiene un plazo; es un balbuceo de amor en la boca, una serie de incendios, diez mil escenas de violencias, hasta que nace: carne que deja pasar lo extraño, ser sin defensa, completamente abismada. Con la fuerza de una leona, de una planta, de una mujer.

Ana Arzoumanian

 

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El libro "Trilogía de la tristeza" ha sido autorizado por el autor para ser distribuido de forma gratuita en ibuk.com.ar

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